martes, octubre 09, 2012

El hombre sentimental

"Leí una vez en un libro de un alemán que las personas que no desayunan desean evitar el contacto del día y no entrar en él, porque en realidad es sólo a través del segundo despertar, el del estómago, como se logra salir del todo de la penumbra y la esfera nocturna, y es sólo después de haber llegado sano y salvo a la otra orilla cuando puede uno permitirse relatar lo soñado sin que ello traiga calamidades consigo, ya que  si lo relata en ayunas, todavía se encuentra uno bajo el dominio del sueño y lo traiciona con sus palabras, exponiéndose así a su venganza. Y lo cuenta como si hablara dormido. Esta idea de raíces inconfundiblemente populares esconde, al igual que las que manejan los psiquiatras,  psicólogos, psicoanalistas, psicoterapeutas y demás usurpadores de la palabra psique, un desprecio infinito hacia el sueño bajo su pretensión de tomárselo muy en serio, pues parte de la base de que hay dos mundos separados, el del sueño y el de la vigilia, o, lo que es peor, dos mundos enemistados, contrarios, recelosos el uno del otro, dispuestos a ocultarse sus riquezas y sus conocimientos y a no compartirlos ni aunarlos más que tras la toma violenta, la conversión forzada, la interpretación invasora de uno de los territorios, con la particularidad de que el único que padece esa ansia de sometimiento, el único al que alcanza ese ánimo de conquista, es el campo diurno. Pero lo que me disponía a confesar es que, con no aceptar tal idea, he decidido, por si acaso, no desayunar esta mañana en la esperanza de poder contar ambas cosas, lo que sucedió y el sueño de lo sucedido, a base de no distinguirlas, Por eso aún no he comido nada, y ya veremos cuándo lo hago..."

[Marías]




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